Y aquel Pichuco, Anibal Troilo que se encaramaba a los palcos heroicos de la calle Corrientes, con sus apretados pantalones corto, constituyo desde el aplauso unánime a los super-dotados del arte musical. Si no hubiera nacido en el barrio del Abasto, merecería que allí lo hubiera hecho, para integrar el "cara" y "ceca" de la moneda, junto a Carlos Gardel, el morocho de aquella latitud formidable de nuestra ciudad. Y el "gordo Troilo" con su simpatía irresistible, es- acaso-el producto más puro de la calle y las noches porteñas, en lo que tienen de intimistas y evocadoras, desparramando "saudades" de los años que quedaron a detrás. Troilo es un conversador de sus voces y silencios, que pareciera parte constitutiva de su personalidad, encontrada en una esquina cualquiera de su niñez, junto a "Carabuña", que jugaba a la pelota sobre los potreritos del barrio aquel, y de doña Felisa, su madre, sacrifi9cada y visionaria...
El bandoneon, "la Jaula", como decía Pichuco, se ha promovido en el talento natural y callejero de este héroe del tango, con una misteriosa y bravía enjundia musical. Su orquesta, irremisiblemente dueña de un instante luminoso para la música popular rioplatense, es la consagración del equilibrio con el impulso temerario; la vehemencia pasional y la restricción sorpr4siva. Tiene raudal sonoro y hallazgos originales, donde cabe todo lo que señale un nuevo rumbo, avisorado en el momento de la entrega, precursores de lo que siempre esta por llegar, y a veces llega...
Obras liminares como "QUEJAS DE BANDONEON", de Juan de Dios Filiberto, a través de la enjundia creadora de Troilo, hacen a lo antológico, con la autoridad de su sola presencia. O de "LA BORDONA", de elaboración orquestal magnifica
11-02-2013