6 de enero de 2020

Asi eran los porteños



Así eran los porteños


El 15 de junio de 1949, Julio Sosa (Julio María Sosa Venturini 1926-1964) llegó a Buenos Aires. Venia para intentar una carrera como cantante, comenzada de botija en Las Piedras, su pueblo natal, y que estaba avanzando promisoriamente en Montevideo; no obstante, cruzar el Rio de La Plata era lo que más ambicionaba y allí estaba, en el puerto, con su valija y algo de plata que le habían juntado sus amigos.
Traía una dirección anotada, y al amparo de la recova de Leandro N. Alem tomo un taxímetro. Los choferes porteños suelen ser locuaces; no deberá parecer extraño, por ello, que Sosa estuviera a los pocos minutos de viaje contándole su vida a un desconocido.
Al enterarse de que el joven era uruguayo, que venía por primera vez a la, Argentina y que quería ser cantor, el taxista sintió aquel entusiasmo como si fuera, propio. Quizás recordando viejos anhelos. Mientras paseaban, conversaban de todo. El taxista le estaba haciendo conocer la ciudad.
Cuando llegaron a destino, no le quiso cobrar. Se fue tan anónimamente como había venido, como un sueño porteño, como una hermandad oriental.
Muchos después, cuando sosa ya era de su época el exponente más grande del tango cantado, convoco por televisión, en un reportaje, a aquel taxista. Jamás apareció.

Quién sabe si aquel porteño no era, en realidad, todos los porteños.


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