El Organito
Hemos
conocido un conjunto de grabadores y reproductores que hicieron posible recatar
las voces de diversos intérpretes, pero no hablamos del Organito, por eso para
cerrar este tema haré una reseña de su construcción y su importancia que tuvo
en el quehacer de los porteños, sobre todo.
Este
nostálgico instrumento de música, muy popular en varios países europeos, es presuntamente originario de
Italia, desde donde habría llegado a nuestro país a mediados del siglo pasado.
Recordemos que en 1872 J. Hernández ponía en boca de su personaje Martin
Fierro: “Allí un gringo con un órgano/ y
una mona que bailaba/ haciéndonos reír estaba” (El gaucho Martin Fierro,
primera parte, III).
El
repertorio inicial con que los organitos entretenían las tardes porteñas
incluían, polcas, valses, y hasta temas operísticos. Se decía que “los organitos callejeros popularizan y
estropean, de paso, las piezas más notables del repertoriao lírico italiano o
noruego a gusto del consumidor; son capaces, con sus carraspera filarmónica y
sus notas explosivas, de hacer execrar la memoria del mismísimo Barbieri,
inventor de ese instrumento, que suministra a domicilio raciones de música más
o menos clásica y escogida, y que sirve de improvisada orquesta a tertulias de
gentes de medio palo, en las que se baila de todo, hasta el Miserere del
Trovador” .
dejando como memoria “Al paso lerdo
de un pobre viejo, puebla de notas el arrabal, como un conciero de vidrios rotos,
el organito crepuscular. Dándole vueltas a la manija un hombre rengo marcha
detrás mientras la dura pata de palo
marca del tango el compás”.
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